Recuerdo de pequeñajo que yo devoraba literalmente las aventuras del famoso detective Hercules Poirot y las de la que yo creía era su hermana Mrs. Marple, ambos hijos de Agatha Christie pensaba, en mi tierna inocencia e imaginación. Eran aventuras que solían acaecer en viajes, en hoteles, en lugares muy concurridos donde algo ocurría, normalmente un robo importante o un asesinato y las pistas eran ridículas, pero sin embargo y contra todo pronóstico, tanto Hércules como Mrs. Marple lo resolvían con una maestría que rayaba la perfección.
Al cabo del tiempo, me pasé a las investigaciones de la famosa Agencia de Detectives Pínkerton que existieron realmente, y yo quedaba fascinado de las técnicas que por aquél entonces ya utilizaban como por ejemplo la base de datos de identificación de delincuentes registrados que hoy maneja el FBI. Pínkerton curiosamente sigue existiendo, pero como subdivisión de una empresa Sueca creo recordar, también dedicada al ámbito de la seguridad privada.
Todo esto viene porque hace poco conocí a un detective privado en Madrid, que estaba haciendo un seguimiento a alguien en un hotel, probablemente para la obtención de pruebas en alguna infidelidad matrimonial, y los vi tomando fotografías desde lejos con un potente teleobjetivo. No pude por menos que acercarme a charlar un rato con él, pues esos personajes que yo de pequeño leía en la cálidas tardes del sur peninsular, resulta que existen, que son reales, y que donde menos te lo esperes, puedes encontrar a uno haciendo su trabajo.
¡Que tiemblen los granujas, si caen en el punto de mira de un detective privado!
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