He estado en hoteles de muy variados lugares del mundo, porque por mi trabajo, me veía obligado a viajar todas las semanas.
Pero de todos, de los que mejores recuerdos guardo fueron los que conocí y en los que me alojé en Las Bahamas.
Y no digo que no haya mejores hoteles en otros sitios, que los hay, pero a mí gustaron especialmente. Supongo que fue por un cúmulo de circunstancias como el país, los paisajes, Elena… Fue mi primer viaje verdaderamente romántico, y si os digo la verdad, también el último, porque desde que Elena me dejó, no he sido capaz de volver a enamorarme.
Para los que no lo tengan claro, empezaré por aclararos qué son Las Bahamas (a todos nos suena como un destino paradisiaco, pero pocos saben situarla exactamente en un mapamundi).
Exactamente se trata de la Mancomunidad de las Bahamas, país americano compuesto por más de 700 islas –deshabitadas en su mayor parte- ubicadas en el Océano Atlántico, cerca de Cuba. Nassau es su capital, situada en la Isla de New Providence.
Justo en este país fue donde desembarcó Cristobal Colón en su primera expedición a América. Yo, que la he visitado, imagino cómo debió sentirse al llegar allí en 1492 después de un largo periodo de navegación.
Las Bahamas fueron primero españolas y después inglesas, y no obtuvo su independencia hasta 1973.
Como sabréis, hoy día es un lugar turístico (es del turismo de lo que viven principalmente), y es toda una delicia perderse en sus playas paradisiacas y en sus parajes tropicales.
¿Y qué me llevó a mí hasta allí?
Pues básicamente, mi novia, Elena. Sí, la que me dejó y me rompió el corazón el año pasado.
Llevábamos tres años saliendo y Elena se quejaba mucho en los últimos meses de que apenas me veía y que ella quería tenerme a su lado, formar una familia y tener tres hijos por lo menos.
Yo viajaba constantemente por mi trabajo en una multinacional de servicios informáticos, así que me era muy difícil adaptarme a sus necesidades y deseos.
Un día, cansada de la situación, Elena me dijo que teníamos que hablar.
Yo me eché a temblar, porque cuando tu novia te dice eso, es señal de que se avecinan problemas.
Le dije que podíamos quedar el domingo siguiente para comer juntos e ir al cine y que me contara lo que le pasaba.
Para mi sorpresa, me dijo que nada de eso, que había comprado dos billetes para un crucero a Bahamas y que salíamos al día siguiente, y que lo tomaba o lo dejaba, y en el segundo caso, nuestra relación acabaría inmediatamente.
Así que claro, no tuve más opción que ir a Las Bahamas.
Cuando se lo expliqué a mi jefe, me dijo que no volviera, que estaba despedido, aunque bueno yo esperaba que fuese sólo el enfado del momento (mas estaba equivocado: al volver del viaje, me encontré con un burofax que me comunicaba oficialmente la extinción de mi relación laboral por incumplimiento del contrato de trabajo).
Pero al partir al paraíso yo aún no lo sabía.
Elena me hizo aquella encerrona caribeña para declararme su amor y pedirme que cambiara mi vida y me volcara en nuestra relación.
Y yo accedí, porque en Las Bahamas, todo es increíblemente bonito y uno olvida la dura realidad que le espera de vuelta a lo cotidiano (despido incluido).
Pero por ironías de la vida, el último día de nuestro crucero a Bahamas, cuando mi novia y yo ya habíamos fijado fecha de boda, número de hijos y la decoración de la casa que nos compraríamos para vivir juntos nada más volver del viaje, Elena conoció a Oscar, un lugareño del que se enamoró perdidamente en unas horas.
Fue tal el flechazo que se quedó a vivir en las Islas y nunca más volví a saber de ella.
Si lo llego a saber, no me voy de viaje.
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